Por lo general, los chicos tienen la testosterona a flor de piel y tienden a utilizar la violencia física y rompen objetos o incluso se pegan ellos mismos y las chicas recurren a una violencia más psicológica. Además, la violencia ya no es sólo contra un miembro de la familia, sino que se ha extendido a todos, incluyendo hermanos más pequeños, algo que ninguno de los padres esperaba. Sin embargo, no es tan raro, ya que es la última medida del adolescente por llamar la atención, es su modo de decir: “no estoy bien y quiero que los demás a mi alrededor tampoco lo estén” y de esa forma conseguir dominar al resto de miembros de la casa. Evidentemente lo mejor para no llegar hasta ese punto es saber que señales son las que tenemos que tener en cuenta para prevenir comportamientos violentos en la etapa adolescente, si bien es diferente para cada adolescente según diversos autores, entre ellos destaca Garrido (2005) señalan que:
- En la infancia se empiezan a vislumbrar los primeros problemas para gestionar la ira. Sin embargo, coinciden con las típicas rabietas de cualquier niño a esa edad y los padres tienden a subestimarlas.
- Dificultad para expresar y gestionar de forma adecuada ciertas emociones como la empatía (la capacidad de “ponerse en el lugar del otro”), la compasión o el amor.
- Irritabilidad y baja tolerancia a la frustración: La paciencia no entra dentro de su vocabulario. Lo que quiere, lo quiere ya. Y eso hace que los padres piensen que está permanentemente enfadado y ante cualquier comentario o situación que no acabe cómo había planeado, se siente atacado/a y descarga toda esa ira en sus padres mediante palabras hirientes que sólo persiguen hacer daño para que ellos se sientan igual que él/ella.
- No reconoce ni aprende de sus errores y los castigos o consecuencias son completamente ineficaces para reconducir su conducta.
- Omite información relevante o miente de forma continuada porque no quiere dar explicaciones y pretende hacer lo que quiere. Por ejemplo, respecto a las notas, adónde va o con quién está.
- La impulsividad es un rasgo muy típico en la adolescencia, pero que en esta ocasión se magnifica y su falta de reflexión en lo que dice y hace es evidente.
- Egoístas y centrados en satisfacer sus propias necesidades y metas sin importar las consecuencias que se puedan derivar en el resto de personas. En ese sentido, actúa de forma fría, desafiante y en ocasiones hasta cruel en los que no demuestra culpabilidad o arrepentimiento ante el llanto o el sufrimiento de sus padres.
- Necesitan dominar y sentirse poderosos para compensar su falta de autoestima.
- Fracaso escolar, actitud negativa hacia la escuela y los estudios, y en ocasiones puede llegar a haber un comportamiento agresivo en el colegio o instituto.
- En algunos casos consumen sustancias, alcohol y otras drogas para contrarrestar su frustración y alejarse de los problemas que vive en casa.
Te habrás fijado que la mayoría de las señales tienen que ver más con el perfil del adolescente, ¿eso significa que todo el peso recae exclusivamente en tu hijo o hija? Sería injusto y no sería cierto que todo recayera en él o ella. En el estudio, siempre decimos el adolescente tiene un 50% de responsabilidad respecto al problema, el otro 50% tiene que ver con el entorno. Dentro de ese entorno, no sólo nos referimos a la familia (que en los primeros años son cruciales) también se incluye a profesores, amigos… y el apoyo que perciba que tiene de cada uno de ellos. Si hacemos referencia exclusivamente a las familias, el estilo educativo es clave para que sus hijos desarrollen dichas conductas violentas. Por eso, en el estudio tenemos claro que la familia necesita claves para conseguir desarrollar un estilo que favorezca un estilo de afrontamiento positivo y no destructivo. Al final, la mayoría de los padres acaban sintiéndose responsables del comportamiento de sus hijos y los hijos (que a su vez están pasando por una etapa complicada) acaban aprovechándose de esa culpabilidad para hacerles aún más daño y de paso a ellos mismos. Si estás leyendo este artículo y quieres romper este círculo, es necesario que acudáis a terapia familiar. Y ahora es tu turno, ¿estás preocupado tras leer las señales de alarma? ¿ves en tu hijo alguno de los comportamientos que he citado en el artículo? Nos encantará que compartas más abajo en la sección de comentarios tu experiencia y dudas sobre el tema. ]]>