¿Por qué son importantes las etiquetas diagnósticas?

En los últimos años cada vez son más los mensajes que vemos en redes sociales y en otros medios donde se defiende la idea de que las etiquetas diagnósticas no deberían existir, no importan o son negativas. Con este artículo quiero desmitificar esta idea que se está creando alrededor de ellas porque, la realidad, es que son ESENCIALES.

Muchas familias cuando acuden a consulta con nosotras para hablar sobre una serie de dificultades que han observado en sus hijos nos comentan lo mismo: “a mi es que me da igual que tenga algo, no quiero etiquetarlo”, “no quiero que en el cole le pongan una etiqueta”, “no quiero que sea el que tiene TDAH”… Y ahí entra una labor importante que nos corresponde a todos los profesionales de la educación: desmitificar.

Para ello vamos a hablar de varios mitos alrededor de las etiquetas.

Mito 1: las etiquetas son negativas

etiquetas diagnosticasLas etiquetas diagnósticas, por sí mismas, no son negativas. Es negativa la connotación que nosotros como personas podemos darle a esas etiquetas, pero no la etiqueta en sí. ¿Por qué no tenemos problema en que el médico nos diga: “tienes conjuntivitis”, “tienes gripe” o “tienes una apendicitis”, pero sí nos da pavor decir “mi hijo tiene TDAH”, “mi hijo tiene “altas capacidades”, “mi hijo es neurodivergente”?

Los trastornos del neurodesarrollo simplemente son una condición más con la que conviven nuestros hijos y que debemos (tanto el entorno como ellos mismos) conocer para poder comprenderse, conocerse y, sobre todo, poder mejorar y aprender.

Cada una de estas condiciones hace a esas personas funcionar de una manera diferente en muchas ocasiones y es de vital importancia que puedan comprender por qué funcionan así.

Mito 2: las etiquetas son una excusa

“¿Y qué pasa si mi hijo utiliza el TDAH para justificar las cosas que hace?” Ahora, yo te hago una pregunta: “¿Y qué pasa si tu hijo como sabe que tiene gripe y necesita reposo, alarga la enfermedad y finge un poquito para quedarse un rato más en casa?”. Si tu hijo utiliza su condición para sacar beneficio o justificarse, habrá que trabajar con él ese aspecto, pero no es una razón suficiente para que no conozca su condición, para que no comprenda cómo funciona su cerebro y para que no reflexione sobre la necesidad de trabajar ciertas habilidades que son más disfuncionales precisamente por esa condición.

Esto es un aspecto que hay que dejar completamente claro cuando se le cuenta a los niños. Tener TDAH, altas capacidades, dislexia, disgrafía… cualquier dificultad no es una razón suficiente para dejar de intentar las cosas y no querer mejorar. No vale un “es que soy así porque tengo TDAH”. Es: “precisamente porque sé que tengo TDAH y tengo estos puntos débiles, voy a trabajar sobre ellos y voy a compensarlos reforzando también mis puntos fuertes”.

Mito 3: las etiquetas no son importantes para la intervención

Muchas veces decimos, pero… ¿qué más da que tenga un trastorno del neurodesarrollo o cualquier otra etiqueta si la intervención es la misma? Pues claro que da. Aunque a nivel de objetivos o de actividades para trabajar con tu hijo la intervención sea similar, necesito comprender cómo funciona su cerebro, cómo aprende, qué dificultades concretas tiene (que más allá de la etiqueta son diferentes en cada persona) y necesito obtener mucha más información.

Te pongo un ejemplo: si tu hijo tiene dificultades atencionales que le impiden tener un buen rendimiento académico y dudamos de la posibilidad de que tenga TDAH, para la intervención será fundamental descartar esta hipótesis. Aunque los objetivos a nivel atencional pueden ser los mismos, sabemos que las personas con TDAH tienen otras áreas afectadas como las funciones ejecutivas, por lo que la intervención tendrá que ser mucho más integral.

Mito 4: las etiquetas no proporcionan ningún beneficio

 Vaya por delante que las etiquetas diagnósticas son liberadoras en muchas ocasiones. Niños que se sentían tontos, que no entendían por qué hacían ciertas cosas, por qué no eran capaces de concentrarse, o de comprender lo que leían, o de relacionarse con sus iguales… por fin comprenden por qué les pasa y pueden respirar aliviados. Esa sensación de “soy raro”, “soy tonto”, “no valgo”, desaparece por “vale, esto es lo que me pasa”, “vale, no era tonto solo que funciono diferente”, “no soy raro, si no que pienso distinto”.

Más allá de eso, hay que entender que las neurodivergencias tienen un punto en común y es que el cerebro neurodivergente funciona diferente. Como padres y como personas con una condición específica, nos servirá mucho comprender y conocer cómo funcionan estos cerebros para sacarles el máximo partido.

Y, por último, con condiciones como las altas capacidades o el TDAH es posible acceder a ciertas becas que nos permiten cubrir parte de las reeducaciones pedagógicas.

¿Ahora que conoces todos los beneficios de las etiquetas diagnósticas… sigues pensando que no son necesarias?

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