Esos valores no surgen de la nada, si tú eres empático y tolerante tu hijo tendrá un modelo en quién fijarse. Por eso, hoy te proponemos nuestro cuento con dos formas de resolver los conflictos ¿tú con cual te quedas: eres más de los padres o de la abuela?
Lucas y las inocentadas
A Lucas no le hacía falta que fuera 28 de diciembre para gastar inocentadas. Cualquier día del año era genial
para poder reírse. Siempre había escuchado que la risa era buena para la salud y que hacía que tu vida fuera más feliz. Así que a sus 13 años no había pasado un solo día en que no se riera a carcajadas. Sin embargo, había días que la misión se volvía complicada y era entonces cuando recurría a hacer “bromas” a los de su alrededor desde quitarle la silla a un compañero cuando se iba a sentar hasta cambiar el azúcar por la sal cuando papa iba a beber su café.
Las personas que sufrían esas “bromas” cada vez estaban más enfadadas con él, pero a Lucas solo le preocupaba sonreír y ser feliz. Le cegaba hasta tal punto su felicidad que no se daba cuenta de las consecuencias que eso le podría traer a los demás.
Sus padres y profesores le castigaban constantemente e incluso llegaban a decirle que si no cambiaba de actitud se quedaría solo, pero parecía no servir para nada. Al revés, eso conseguía enfurecerle más ¿por qué no querían que fuera feliz? Sólo era una inocentada.
Hasta que llegó el día de la “última broma” esa en la que se dio cuenta que se había pasado de la raya y había conseguido que su mejor amiga dejara de hablarle para siempre, al igual que el resto de personas. Se sentía tremendamente culpable, nadie perdonaría su error. Hasta que su abuela picó a su puerta, abrió las ventanas y dejó entrar un poco de luz a su habitación.
- ¿Cómo te sientes hoy Lucas? Me han dicho tus padres que hace tiempo que no sales de tu cuarto. – dijo en tono amable la abuela
- Abu, he metido la pata… Pensé que mis bromas me hacían feliz pero ha resultado todo lo contario. ¡Soy un desastre! ¡una mala persona! – sollozó Lucas.
- No creo que seas malo, las personas buenas también cometen errores, igual has buscado la felicidad en un lugar equivocado. Lo importante es reconocerlo y hacer algo para remediarlo. ¿A ti que se te ocurre? Aprovecha que es Navidad y todo puede pasar.
- No me van a escuchar abu, aunque me disculpe una y mil veces… Ni siquiera me saludan y cuando me acerco se alejan. Ni siquiera sé cómo me hablas tú.
- Hazte escuchar, tú puedes. A mí me convenciste desde el primer momento en que me dijiste que habías metido la pata y me explicaste cómo te sentías. Así que igual que lo conseguiste conmigo, seguro que encuentras una solución para el resto.
Christmas navideño a cada persona que había herido. En él, no sólo aprovecharía para disculparse, también les hablaría sobre lo especiales que eran para él en su vida y lo valiosos que eran. Así, aunque no quisieran escucharle, podrían leer lo que tenía que decir. Le llevo varias semanas confeccionar aquellos Christmas pero todos y cada uno de ellos salían de su corazón. El resultado fue mejor de lo esperado. Aquellas postales consiguieron conmover no sólo a su familia y amigos, también a otros muchos conocidos. Lo más extraño de aquellos días es que por primera vez había conseguido ser muchísimo más feliz que gastando bromas. Así que a partir de ahora jamás haría llorar a nadie, ni siquiera de risa. En lugar de eso, buscaría un hueco para decirle a cada persona lo especial que era. Porque conseguir que los demás sean un poco más felices, hace que tu vida sea inmensa.
Ahora me encantaría saber tu opinión, ¿cómo consigues que las personas de tu alrededor sean más felices? ¿mandas Christmas navideños o crees que se ha perdido esa bonita tradición? ¡Déjanos tu comentario más abajo!
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